sábado, 22 de septiembre de 2012

José Tomás: Un poema con versos de escalofríos.




Memorias de Tabertulia



Uno, que no sabe de toros pero frecuenta los santuarios taurinos como si estuviera en una perpetua peregrinación para ganar el jubileo de lo cotidiano, tiene en ellos la oportunidad de ejercer de corresponsal de guerra durante los debates que se traen los taurinos y los anti taurinos, para terminar siempre haciendo crónica, como corresponsal de barra, de las orejas que le cortamos a la vida junto a un vaso de vino y al amparo de una  tertulia.

El pueblo del que soy cronista oficial, Guarromán, fue colonizado por alemanes allá en tiempos del  rey Carlos III, hace ya casi dos siglos y medio. Cuentan una historia, que sospecho falsa, pero que no me resisto a contarla: En los años cincuenta se encuentran el mayor filósofo alemán, Martín Heidegger, y el mayor filósofo español, José Ortega y Gasset. Pregunta el primero, con un punto de xenofobia: “¿Por qué hay tan pocos filósofos españoles?”. Responde el segundo, con un punto de ironía: “¿Y por qué hay tan pocos toreros alemanes?”.

Y a uno se le hiela la sangre de alimentar veletas cada vez que oye hablar de rescates y de vivir por encima de nuestras posibilidades. Los españoles  ante estas cosas somos lo que  decía Gabriel Celaya en unos versos:

Soy ibero
y si embiste la muerte,
                                               yo la toreo.

Lunes Santo. Media tarde. En Guarromán ha llovido y el sol se debate entre rizos de nubes y olivos. Estamos en el bar. Llega el maestro José Tomás. Le estrecho la mano.
--Maestro, tiene usted las manos frías –le digo--. Sonríe.
--Y usted, maestro, el bigote  blanco. –Me dice—
--¡Cosa de los años! En él se me ha  ido quedando el miedo hecho  espuma. --Le respondo-- 

     Compruebo que es cierto: El maestro José Tomás no huele a ciprés. Aunque su presencia es un poema con versos de escalofríos.



(@suarezgallego)
 

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