Omar Ortiz: “Espiral Cítrica”, óleo sobre lino, 160 x 120 cm |
(Publicado en Diario JAEN el
martes 10 de septiembre de 2013)
Mira, paisano, decía de sí mismo el maestro Federico
Fellini (1920-1993) que era un artesano
que no tenía nada qué decir, pero sabía cómo decirlo. Definía don Federico su
filosofía existencial de esta forma: No
existe un final. No hay un principio. Sólo la infinita pasión de la vida. Se
desprende de esto, paisano, que vivir es lo más sorprendente y genial que le
puede ocurrir a cualquier bicho viviente, siempre que como artesano de la vida se
le ponga pasión a lo que se hace, aunque no se tenga algo que decir.
La pasión vital se suele poner de manifiesto de manera
más evidente en los tiempos difíciles, en los que el único realista de verdad siempre
ha sido el visionario.
Cuentan
que Ferrán Adriá, un visionario de la cocina, estando un día en su restaurante
El Bulli, y teniendo que dirigir la cena de su equipo, echó en falta las
patatas para hacer una tortilla, recurriendo para ello a una bolsa de patatas
fritas –las de Casa Paco, o las Oya de toda la vida, paisano—, las desmenuzó
con la mano, las mezcló con el huevo batido, y culminó una inimaginable
tortilla que inauguraba sin pretenderlo la era de la “cocina de la deconstrucción”.
Adriá y su paradigma culinario dio pie para que el planeta de las cosas del
comer se llenara en tiempos de opulencia de dos especímenes bien definidos: Por
un lado los gastrósofos, más proclives a valorar con quien comían, que propiamente
lo que comían. Y por otro lado los gastrogilis, más por la labor de amargarle
la vida a sus compañeros de mesa hablándoles de lo que comían sin saber lo que
comían.
Es
significativo que ahora haya más niños que quieran ser cocineros, que niños que
quieran ser frailes, tal vez porque lo de ser cocinero antes que fraile siga
siendo el paradigma de una buena
formación para sobrevivir.
Desgraciadamente,
paisano, en tiempos como estos el hambre comienza a ser parte de la infinita
pasión de la vida. Estamos en manos de cuatro gastrogilis empecinados en una
“deconstrucción” social y moral para que los cocineros y los obesos sean un
suculento espectáculo mediático. Es la nueva teología de la nutrición
encumbrando a sus herejes.
(@suarezgallego)