Mira, paisano, a
estas alturas de la película ya nos hemos dado cuenta que la Europa que nos
vendieron los europeístas convencidos
no es otra cosa que un cajón repleto de intereses más que de ideas, por mucho Himno a la Alegría beethoveniano que se
le ponga al videoclip de promoción.
Hasta no hace
mucho se ha tenido por cierto que es el ánimo humano quien crea la riqueza,
llegándose a pensar ingenuamente que es preferible un hombre sin dinero, que el
dinero sin hombres. Ahora, con las martingalas con las que nos embaucan el
neoliberalismo y la revolución tecnológica de la informática, estamos
comprobando en nuestra carne social que no sólo hay hombres y mujeres sin
dinero –cosa harto lamentable-, sino que el dinero ya es capaz de generarse sin
la laboriosidad de mujeres y hombres, es decir, la exaltación de la
especulación pura, que en boca de mi tabernero de cabecera no es otra cosa que:
“El dinero no da la felicidad... ¡es la
felicidad¡”
Hasta que en el
siglo XVIII a nuestros pensadores de la Ilustración
se les encendió la bombilla y se percataron de que es sólo la laboriosidad de
sus gentes lo que engendra la prosperidad de los pueblos, se pensaba y
defendía a macha martillo que las
naciones se hacían más grandes con sólo ampliar sus fronteras y defender las
peculiaridades de su identidad colectiva. Apreciaron en su disquisición
economicista cómo era posible que
poseyendo España tantos territorios –incluidos los de ultramar-- y
tantas fronteras, disponiendo de un idioma universal, y sobre todo estando
protegida por el único Dios verdadero, ¡ahí es nada¡, cómo era posible entonces
que la inmensa mayoría de las gentes que la habitaban vivieran en la miseria. Famosa
es la frase de Carlos III, rey que ya lo fue de Nápoles durante veinticuatro
años antes de serlo de España, en la que resumió la idiosincrasia celtibérica:
“los españoles son los únicos que cuando
se les quita la mierda lloran”.
La cultura de la
subvención nos ha hecho más “señoritos” europeos que “españolitos” laboriosos.
Lo decía Einstein: “Sin crisis todo viento es caricia”. Ahora, paisano, no nos
queda otra que superar este vendaval de bofetadas.
(@suarezgallego)