sábado, 22 de febrero de 2014

El canto de los pájaros.



Mira, paisano, he elegido este título para mi primer artículo del año porque en el día que escribo estas líneas, al ver amanecer he comprobado que aún siendo muy parecidos los arreboles del amanecer y del atardecer, no así lo son el canto de los pájaros en la salida del sol o en su ocaso.

A veces el ajetreo de lo cotidiano nos mantiene ausentes de toda la tramoya de la vida. Fue ayer precisamente, mientras hacia mi caminata por el campo, cuando pude percibir que tras el ocaso se hizo un silencio de los pájaros que en mucho rememoraba la cita del Apocalipsis de San Juan que da nombre a la extraordinaria película del sueco Ingmar Bergman “El séptimo sello” (1957): Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo como de media hora. (Ap 8:1)

Confieso que mis conocimientos sobre el canto de los pájaros no van más allá de haberlos oído en sus jaulas en los balcones de mis vecinos, o en el campo cuando salgo a pasear, pero sí se que el único pájaro que canta pasada esa “media hora apocalíptica” es el ruiseñor, que lo hace hasta por la noche desafiando con su valor la astucia de las rapaces nocturnas.

En el estreno de este 2014, paisano, se percibe en el ambiente un sentimiento de ocaso. Una sensación de que algo se está acabando, por mucho que nos quieran poner en los arreboles de este atardecer unos cantos enlatados de unos jilgueros de mentira que hagan de este crepúsculo de derechos y de libertades un trampantojo de la España democrática surgida de la Transición. Se nos conforma diciéndonos que ya se ve una luz al final del túnel. Muy probablemente sea la de un rotulo luminoso que dice “Precaución. Continúa usted en el túnel”.  

La marca España en este crepúsculo social está llena, sobre todo, de “pájaros de cuenta” con contabilidades poco claras; de pavos reales con vocación de gallos de Morón, y de cuervos carroñeros pululando por el mundo laboral.

A  la caída de la tarde pude apreciar que los pájaros no cantaban, estaban posados en silencio sobre los cables de alta tensión de las compañías eléctricas, y entre las púas de las alambradas de espino. Paisano, convéncete, no hay una canción para enterrar los ocasos.


(@suarezgallego)

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