lunes, 7 de enero de 2013

La vigencia de Herodes






 El infanticida Herodes ha pasado a la historia de las puñeterías por ser el paradigma de todos aquellos que han pretendido degollar la esperanza desde su raíz más tierna. Intentó aniquilar conceptualmente la única virtud que nos queda después de habernos vapuleado la fe con el falso misticismo de los oropeles y las parafernalias barrocas. ¿Qué hubiera sido de los que todas las primaveras andan buscando escaleras para subir al madero, si el prefecto de Judea, Poncio Pilatos, en un arrebato de insensatez política en vez de lavarse las manos como un cobarde, hubiera liberado a Cristo?

La esperanza, que intentara erradicar Herodes a machetazos sobre cuerpos indefensos, es lo único que nos queda también cuando la fe se nos diluye ante situaciones susceptibles de ser resueltas con la caridad,  esa otra virtud que bastantes veces nos sonroja cuando se la utiliza para tapar injusticias que claman al cielo. La caridad, se mire por donde se mire, es la virtud que nos mantiene en pie cuando hemos perdido todas las demás, incluida la esperanza de no perder la esperanza, de ahí que Herodes, y todos los reyezuelos que regentan el desaliento, siempre hayan puesto especial  interés en cercenar manu militari a todos los profetas que prometen la llegada de un salvador de causas perdidas, o de un libertador de sempiternas cadenas.

Frente a la crónica de lo cotidiano, cada día, se me clavan como escarpias los ojos de los niños desvalidos y maltratados. Y experimento cómo mi silencio cómplice me hace sentirme un Herodes. El mundo subdesarrollado cada vez más nos exige la oportunidad de participar en el progreso –a pesar de la crisis-- que les hemos ido hurtando durante siglos en los que a cambio de la fe sumisa en el gran  “bwana” blanco le hemos esquilmado sus recursos y les hemos provocado circunstancias sociales fundamentadas en la injusticia y la avaricia.

Me moriré  sin llegar a entender por qué algunos se empeñan en hacer pobres durante todo el año para luego poder hacer caridad con ellos en Navidad, culpando de todo ello a Herodes.


(@suarezgallego)


Publicado en Diario JAEN el domingo 6 de enero de 2013

jueves, 3 de enero de 2013

Cucharas sin fronteras, esta de Kovalam, Kerala (La India)







Una vez mi cuñada Carmen, preparando un viaje me preguntó: ¿Qué quieres que te traiga de la India? 

Siendo tantas las cosas que conforman las entretelas de ese país de milenarias culturas sólo se me ocurrió decirle: ¡Tráeme una cuchara de palo de allí!

Los hindúes suelen comer utilizando la propia mano como cuchara, no usando tradicionalmente este utensilio occidental. Esta en concreto la encontró en un anticuario de Kovalám, en Kerala, y posiblemente perteneció a alguna familia británica de la época colonial antes de la independencia de la India en 1947.

Sea como fuere es la primera cuchara de mi colección. Después, sin proponermelo, han ido llegado otras gracias a la gentileza de quienes en sus viajes se acuerdan de mí a través de este sencillo utensilio culinario. 

Tras estas cucharas sin fronteras no hay más que la reivindicación latente del derecho a comer dignamente que tenemos todos los seres humanos.

¡Y en ello estamos!

Gracias a cuántos me habéis distinguido con vuestra amistad a través de vuestras cucharas: ¡Aquí están!

(@suarezgallego)

martes, 1 de enero de 2013

Vientos propicios para 2013





Uno es de los que hizo la "mili" con lanza en los Tercios de Flandes.

Desde el humo de las cien mil batallas vividas, todas ellas perdidas, por cierto, os deseo lo mejor para 2013.

¡Que los vientos nos sean propicios para llevarlo a buen puerto!


(@suarezgallego)