martes, 28 de mayo de 2013

El árbol de Olavidia



El autor, en julio de 2007, junto al árbol y la piedra que recuerdan a Carlos III en el Parque de la Fuentecilla en Guarromán desde 1988, año que se celebró el III Congreso de Historia de las Nuevas Poblaciones.


Mira, paisano, se conmemoran los veinticinco años de la encina que se plantó en Guarromán con tierra traída de todos los municipios de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, con motivo del Bicentenario de la Muerte de Carlos III, y que figura desde entonces en el escudo de Olavidia. ¡Qué tiempos aquellos cuando nos subíamos a las cometas de la Utopía y le colgábamos en su cola las banderas que ahora nos arrían! Ya hemos aprendido de sobra, paisano, a sacarle lustre cada mañana a los zapatos de ganarnos el pan, y a calzarnos por las tardes los pies desnudos de sentarnos a la orilla del río de los sucesos. Los doctorados en Ciencias Inútiles para lo único que sirven, paisano, es para poder clamar de vez en cuando en el desierto de papel de estas veintitantas líneas, que como casi treinta dunas, le ponen la arena al albero de estos artículos.

Olavidia es todo aquello que en el siglo XVIII Pablo de Olavide soñó en los ojos de cada uno de los colo­nos que trajo a las estibaciones yermas de Sierra Morena desde los fríos y las hambrunas de las posguerras de Centroeuropa. Olavidia es,  sobre todo, paisano, la utopía que guardan los proyectos que se  redactan para construir sociedades mejores en las que  no sean los gobernantes los que les piden al pueblo que dimita de sus funciones reivindicativas en pos de patrias más grandes, aunque menos libres y nada unidas.

Qué fácil es pasar, paisano, del concepto de comunidad histórica al de “comunidad histérica” cuando los gobernantes de turno olvidan el síndrome de Esquilache –esto es, paisano, salir por pies perseguido por el pueblo que se niega a perder lo que es suyo—  y hacen oídos  sordos a lo que el pueblo les canta en sus cancioncillas de gramática parda:

Algún día mucho fui,
ya cosa ninguna soy,
pues se cagará en mi hoy,
quien temblara ayer de  mí.

Escribo estas líneas precisamente a la sombra de aquel emotivo árbol desde la comodidad de hacerlo en una moderna tablet, feliz y contento porque,  pese a todo, aún no se le haya ocurrido a algún iluminado salvapátrias cortárnoslo.
  

(@suarezgallego)


Publicado en Diario JAEN el  martes 28 de mayo de 2013





domingo, 19 de mayo de 2013

Romance de ciego que se cantaba en la Romería de San Isidro en Guarromán




Trascripción musical de la melodía del romance de San Isidro que se cantaba en la romería de Guarromán.





En los años cuarenta del siglo XX un grupo de niños, hoy ya abuelos, aprendieron un romance de ciego en el que se cuentan varios milagros tradicionales de San Isidro, que se cantaba mientras se «hacía el camino» de la pradera, y que gracias a Juana Dorado, que en su tiempo nos lo cantó para su posterior trascripción, y a Santi Villar Caballero, cuya música nos transcribió gentilmente a un pentagrama, hoy podemos ofrecer. 


Romance de ciego de San Isidro, recuperado por Juana Dorado que lo cantaba en los comienzos de los años noventa del siglo xx

San Isidro el labrador iba
pa su quintería
y cuando iba a labrar
era más de mediodía.

Los labradores de alrededor
al amo van a imponer
a decir que su criado
no cumple con su deber.

Si mi criado no labra
nada tiene usted que ver
a vos no le pido nada
para pagarle yo a él.

ellos se salen pa fuera
con cara de avergonzados,
y el amo que no era tonto
quiso enterarse del caso.

Buenos días tenga Isidro
dime quien te está ayudando.
Tan sólo un Dios verdadero
que me da salud y amparo.

En esos mismos momentos
Isidro salió arando
y vieron salir tres surcos
no habiendo más que un arado,
con dos ángeles detrás
todo vestidos de blanco.

A otro día de mañana
a Isidro mandó labrar
a tierras que no había agua
ni tampoco agua habrá.

Buenos días tenga Isidro.
Y venga con Dios mi amo,
como verá la faena
esto queda bien labrado.

Isidro no hay por aquí
ningún arroyo ni fuente
para calmar esta sed
que la traigo muy ardiente.

Y venga con Dios mi amo
no le extrañe que le diga
que en lo alto de la roca
brota el agua cristalina.

Isidro ha cogío la vara,
la vara de gavilanes,
y dando un golpe muy fuerte
el agua sale a raudales.

El amo ha cogío un caballo
y a su casa va llorando
diciéndole a su señora
que su criado era santo.

A otro día de mañana
las campanas repicaron
y van a sacar a Isidro
por mandato de su amo.
Por eso se hace la fiesta
el día quince de mayo.



(@suarezgallego)