jueves, 27 de septiembre de 2012

Hambre, metafísica y gastrosofía




La comida del ciego. Picasso (1903)

La gastronomía, pese a que la palabra que la define cuente tan sólo con algo más de siglo y medio de existencia, es tenida hoy como un arte inmemorial. Cocinar, hablar y reír es lo que nos diferencia, según parece, de nuestros primos los monos. El sabio Platón, sin embargo, afirmó que la cocina, madre primigenia que nos engendró la gastronomía, no tenía la consideración de arte, y que en el mejor de los casos habría que considerarla como una simple costumbre arraigada, fruto del hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas, y cuyo objeto no era otro que procurarnos a los humanos el sustento diario.
 Platón, sin duda, no hizo otra cosa que definir de forma pragmática, y sin un ápice de pasión, los parámetros culturales de la cocina tradicional. Pero desde el respeto a sus venerables barbas, desde la reverencia a la eminente calva en la que se acuñaron los marchamos del pensamiento occidental, y desde la mucha querencia y respeto que le profesamos a las cosas del comer, estamos más por la labor de aceptar, sin más, que la cocina es el arte de elaborar los guisos de forma grata al paladar, mientras que la Gastronomía –con mayúscula-- es la ciencia de saber disfrutar de ellos con todos los sentidos, comenzando por el sentido común. Sin menospreciar al maestro Platón, nos ponemos al lado del pensamiento de Aristóteles cuando nos afirma en su Metafísica que “el principio de todas las ciencias es el asombro de que las cosas son lo que son”.
El estómago, que no entiende de filosofías, posee una memoria rencorosa y vengativa que nunca olvida los agravios del hambre. No entiendo, por ello, que a quien da de comer al hambriento le llamen “santo”, con veneración, y al que pregunta por las causas del hambre del hambriento, le llamen rojo, indignado o perroflauta, con bastante reconcomio. No resignarse a la injusticia del hambre ajena también es metafísica aristotélica y gastrosofía pura, por mucho que le moleste al terrorismo social que los mercados están ejerciendo desde el frenesí de su avaricia.

(Twitter: @suarezgallego)

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