La berenjena hunde sus orígenes en la India y en la
lejana China, cultivándose en aquellas tierras desde la antigüedad. A nuestra
cultura culinaria llegó en el esplendor de Al-Andalus convirtiéndose en el
símbolo de toda una época y formando parte de numerosos platos andalusíes.
Tanto está unida a la cultura árabe que el propio Cervantes, cuando trata de
explicarnos en El Quijote cómo encontró el manuscrito donde se cuenta la
historia del ingenioso hidalgo de la triste figura, y cuyo título era “Historia de don Quijote de la Mancha,
escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”, podemos comprobar
cómo el bueno de don Miguel hace un juego de palabras con el nombre del
pretendido historiador. Así “Cide” es el tratamiento de respeto que equivale a
nuestro “señor” actual. Recuérdese que a Rodrigo Díaz de Vivar le llamaban el
Cid (el señor), sobre todo los moros de los reinos fronterizos con el de
Castilla. “Hamete” es nombre propio muy común entre los varones musulmanes, y
“Benengeli” significa exactamente “berenjena”, lo que nos puede dar una idea de
cuan apreciada era por el mundo árabe, hasta tal punto que Cervantes, que no
andaba escaso de oportuna ironía, llega
a identificar este fruto de huerta con un reputado y ficticio historiador
sarraceno, tal vez por ser la hortaliza preferida de la morería.
Sin lugar a dudas, la berenjena está unida a la cultura
gastronómica de Jaén a través de Baltasar del Alcázar, quien escribiera la
“Cena Jocosa”, y quien dijo aquello de que las “berenjenas con queso saben a beso”. Pues sea cierto lo dicho y vaya
aquí la verdadera receta donde se guardan tantos sabores de cariños y amores de
las buenas gentes de Jaén:
Ingredientes:
6 berenjenas cortas, 240 grs. de queso manchego tierno, 3 vasitos de vino, 6
cucharadas de aceite de oliva virgen extra, y sal.
Procedimiento:
Se parten las berenjenas sin pelar a lo largo en dos trozos. Por la parte de la
pulpa se hacen varias incisiones cruzadas y se les da el punto de sal,
dejándolas reposar media hora. Se colocan en una fuente refractaria con los
cortes hacia arriba, se rocían de aceite y se meten en el horno, regándolas a
menudo con su propia salsa. Aproximadamente a la mitad de la cocción echaremos
el vino blanco. Cuando las berenjenas estén hechas y doradas se habrá hundido
la parte carnosa. Esta cavidad la rellenaremos con trozos de queso manchego tierno bien
triturados, volviendo a meter la bandeja en el horno hasta que el queso se
funda. Serviremos en caliente.
(Twitter: @suarezgallego)
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