miércoles, 29 de agosto de 2012

Las berenjenas con queso saben a beso.





          La berenjena hunde sus orígenes en la India y en la lejana China, cultivándose en aquellas tierras desde la antigüedad. A nuestra cultura culinaria llegó en el esplendor de Al-Andalus convirtiéndose en el símbolo de toda una época y formando parte de numerosos platos andalusíes. Tanto está unida a la cultura árabe que el propio Cervantes, cuando trata de explicarnos en El Quijote cómo encontró el manuscrito donde se cuenta la historia del ingenioso hidalgo de la triste figura, y cuyo título era “Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo”, podemos comprobar cómo el bueno de don Miguel hace un juego de palabras con el nombre del pretendido historiador. Así “Cide” es el tratamiento de respeto que equivale a nuestro “señor” actual. Recuérdese que a Rodrigo Díaz de Vivar le llamaban el Cid (el señor), sobre todo los moros de los reinos fronterizos con el de Castilla. “Hamete” es nombre propio muy común entre los varones musulmanes, y “Benengeli” significa exactamente “berenjena”, lo que nos puede dar una idea de cuan apreciada era por el mundo árabe, hasta tal punto que Cervantes, que no andaba escaso de oportuna ironía,  llega a identificar este fruto de huerta con un reputado y ficticio historiador sarraceno, tal vez por ser la hortaliza preferida de la morería.

            Sin lugar a dudas, la berenjena está unida a la cultura gastronómica de Jaén a través de Baltasar del Alcázar, quien escribiera la “Cena Jocosa”, y quien dijo aquello de que las “berenjenas con queso saben a beso”. Pues sea cierto lo dicho y vaya aquí la verdadera receta donde se guardan tantos sabores de cariños y amores de las buenas gentes de Jaén:

   Ingredientes: 6 berenjenas cortas, 240 grs. de queso manchego tierno, 3 vasitos de vino, 6 cucharadas de aceite de oliva virgen extra, y sal.

   Procedimiento: Se parten las berenjenas sin pelar a lo largo en dos trozos. Por la parte de la pulpa se hacen varias incisiones cruzadas y se les da el punto de sal, dejándolas reposar media hora. Se colocan en una fuente refractaria con los cortes hacia arriba, se rocían de aceite y se meten en el horno, regándolas a menudo con su propia salsa. Aproximadamente a la mitad de la cocción echaremos el vino blanco. Cuando las berenjenas estén hechas y doradas se habrá hundido la parte carnosa. Esta cavidad la rellenaremos con  trozos de queso manchego tierno bien triturados, volviendo a meter la bandeja en el horno hasta que el queso se funda. Serviremos en caliente.


(Twitter: @suarezgallego)
                                                                                                                      

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